jueves, 15 de diciembre de 2016

LA INSTALACIÓN COMO RECURSO EDUCATIVO


La instalación se erige como una nueva visión artística en la que el propio autor opta por espacios donde broten aspectos perceptivos y vivenciales, a la experimentación artística libre del espectador. Esto lleva al artista a manifestarse en espacios alternativos, públicos. F. Popper, (1989: 10) destacó la importancia de la participación del espectador y el entorno, y las relaciones que se establecen entre ellos. Así, el público asume un rol protagonista dentro de la obra artística.

Ya tratamos cómo el espacio es concebido como “metáfora” (Abad y Ruiz de Velasco, 2001), y es sin duda a través de las instalaciones cómo el artista muestra su realidad, emociones y sentimientos a través de esta figura retórica y la interpretación del público.

Y es que el niño, al igual que el artista, se identifica con el espacio como escenario para elaborar con él experiencias estéticas, en las que habrá de seleccionar objetos y acciones. Como resultado de esta conexión niño-objetos se da una verdadera actividad creativa; en la que confluyen las ideas del espectador, la emoción, etc. (Abad, 2008).

Este abanico de posibilidades hace de la instalación un recurso idóneo para trabajar en contextos escolares, donde los niños pasan a ser espectadores activos, deseosos de completar la obra. A través de la instalación pondremos en juego un sinfín de experiencias perceptivas, sensoriales, cognitivas y visuales.

Ya adelantamos cómo la concepción de espectador en la instalación se caracteriza por su actividad y creatividad, así como por ser capaces de explorar, indagar o dialogar Esto es precisamente lo que se busca desarrollar en nuestro alumnado: fomentar el pensamiento crítico a la vez que creativo, así como favorecer la acción a través de instalaciones artísticas.


Kabakov apuntó cómo es responsabilidad del artista la búsqueda de la sorpresa en el observador, con el fin de evitar la falta o pérdida de atención de éste. Por ello, como profesores debemos de motivar siempre el autodescubrimiento y el desarrollo del alumnado, en un clima de interacción en el que la escuela pueda convertirse en un instrumento de cambio social.

Consideramos que la instalación promueve la búsqueda y puesta en marcha de experiencias vinculadas a la realidad contextual de los niños, a las características populares y circunstancias sociales propias de dicho entorno.

Siguiendo la línea de las implicaciones educativas, nos centramos ahora en el mundo de la percepción. Según Díaz-Obregón (2003) ésta implica en la propia actividad perceptiva procesos de índole sensorial, afectiva y atencional. La suma de todo ello supone la construcción por parte del niño del conocimiento acerca del mundo en el que vive, basándose en la experiencia.


Otro aspecto educativo de la instalación artística es cómo se concibe el proceso artístico. Éste abandona la tendencia en la que prima el resultado final para centrarse en el proceso que realiza el niño durante la experimentación en la obra, y su evolución y desarrollo dentro de ella. (Marín, 2003). Así, el espacio, la acción y el momento de ésta cobran una vital relevancia. Esto nos lleva a reflexionar sobre la oportunidad que brinda para acercar a los alumnos a experiencias artísticas, en las que no sienten la presión de “saber o no saber hacer” un determinado producto, sino que todos experimenten vivencias en las que poner en juego sus potencialidades personales creativas, sociales e intelectuales. La experiencia artística, al igual que el proceso educativo, se ha de adaptar a cada aspecto individual del alumno, atendiendo a circunstancias particulares, emocionales, motivaciones, etc.


Se traslucen de la instalación artística elementos educativos: cognitivos, emocionales y expresivos, al tiempo que favorece la participación y comunicación entre el alumnado. El uso de la instalación artística proporciona múltiples propuestas de aprendizaje, en las que el arte está a merced del alumnado, otorgándole todos los valores educativos que lo caracterizan: creatividad, pensamiento crítico, búsqueda de soluciones, respeto y sensibilidad hacia las creaciones, así como la capacidad para percibir sensorialmente, lo cual repercute en todas las demás áreas. (Banada y Panadès, 2007).


Cabe destacar cómo la instalación, al ser una propuesta participativa, posibilita incorporar el aspecto lúdico tan motivador para el aprendizaje en estas edades. Como hemos visto, el juego es una de las herramientas por excelencia que ayuda en el proceso intelectual del niño. Así, la instalación aúna la creación lúdica, conceptual y técnica, siendo la lúdica la más destacable.

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