La Galería Loewe de Madrid, que abrió sus puertas el
14 de noviembre de 2012, es un espacio híbrido entre el archivo histórico y el
centro de arte contemporáneo. Y se une así a la primera Galería Loewe que se
inauguró el 11 de junio de 2012 en Paseo de Gracia, 91, en Barcelona, en un
imponente espacio frente a La Pedrera. Mucho más modesta en su tamaño, aunque
no en intenciones, la galería madrileña entreteje la historia de Loewe con una
aspiración avant-garde cuyo prometedor futuro avanzó, pero no culminó en
el nombramiento de su nuevo director creativo, el británico Jonathan Anderson.
Se encuentra es una de esas esquinas de Madrid que cautivan a todo aquél que pasa por delante. Un rincón en el que el tiempo parece haberse congelado. Con una arquitectura afrancesada de remates art deco, y un chaflán perfectamente redondeado que parece invitar a pegar la nariz a sus grandes escaparates, la tienda de Loewe en Gran Vía, 8 no sólo es la más antigua de la firma, sino un emblema del esplendor de otra época aún fascinante. Fundada en 1939, en las postrimerías de la Guerra Civil –fue el primer edificio que se terminó de la Gran Vía–, y proyectada por Francisco Ferrer Bartolomé, era el emplazamiento perfecto para celebrar el legado de la firma.
Se encuentra es una de esas esquinas de Madrid que cautivan a todo aquél que pasa por delante. Un rincón en el que el tiempo parece haberse congelado. Con una arquitectura afrancesada de remates art deco, y un chaflán perfectamente redondeado que parece invitar a pegar la nariz a sus grandes escaparates, la tienda de Loewe en Gran Vía, 8 no sólo es la más antigua de la firma, sino un emblema del esplendor de otra época aún fascinante. Fundada en 1939, en las postrimerías de la Guerra Civil –fue el primer edificio que se terminó de la Gran Vía–, y proyectada por Francisco Ferrer Bartolomé, era el emplazamiento perfecto para celebrar el legado de la firma.
Una decena de instalaciones –entre piezas históricas,
esculturas, pantallas táctiles y piezas de videoarte–. Una instalación proyecta
colores y texturas sobre el bolso en blanco con una precisión de un
hiperrealismo digno de un sueño; un holograma de ocho minutos de duración
condensa las ocho horas de trabajo necesarias para crear un Amazona; y una gran
pieza escultórica, obra del artista Jordi Díez, reinterpreta ya en el
escaparate de la tienda el bolso en acero y dimensiones colosales.
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